Adrian Ross (1859-1933), catedrático de Cambridge, se
dedicó principalmente a escribir libretos de ópera y a producir
espectáculos musicales y satíricos. A pesar de ser su única
obra de ficción, El agujero del infierno, publicada
en 1914, está considerada por los aficionados y especialistas como
una de las obras cumbres de la literatura de «terror sobrenatural» (género
que ha dado nombres tan destacados como Hodgson,
Machen y Lovecraft),
y es precisamente el hecho de ser autor de una sola obra de terror, lo
que explica que haya permanecido oculta para el gran público hasta
que Ramsey Campbell la rescató del olvido. Aunque la obra está
dedicada a su colega y amigo M.R.
James, es más fácil asociarla con las atmósferas
opresivas y angustiosas que acechan en las zonas oscuras de la realidad,
tan características de Hodgson o H.P. Lovecraft, que con las eruditas
excentricidades del gran maestro de la «ghost story». Ambientada
en la Inglaterra dividida por las guerras religiosas del siglo XVII, la
acción nos traslada hasta el siniestro castillo del señor
de Deeping Hold -situado en una zona de marismas donde se abre un agujero
que la superstición popular conecta con el infierno-, en cuyo interior
los protagonistas de este drama tenebroso quedan aislados por el avance
de un ente indefinido y abominable...